MEDITACIÓN 5

Para hacer algo se requiere saber cómo hacerlo y, luego, hacerlo.

Todo camino a recorrer  y objetivo a alcanzar requiere de un conocimiento específico sobre cómo conseguirlo y la puesta en práctica de ese conocimiento. Así, por ejemplo, para adquirir la habilidad de curar personas enfermas se precisan conocimientos de medicina, pero no de… alfarería. Lo mismo que para hacer cerámica no se requiere formación médica sino de alfarería. Cada camino requiere su ciencia. Incluido, por supuesto, el camino de la Felicidad real y permanente.

Vemos así que, en función del fin perseguido existen dos tipos de conocimientos: aquellos que son necesarios para poder alcanzar el fin deseado y los que no lo son en absoluto.

A continuación narramos un bonito cuento que, hilándolo con lo anteriormente expuesto, utilizaremos como vehículo para hacer una meditación analítica sobre el mensaje que encierra. Recordando que estos cuentos son el continente de una enseñanza contenida en su interior. Enseñanza que es lo único importante y que debemos extraer para adquirir conocimiento necesario para vivir en estado de Felicidad. Al igual que una jarra es el continente del agua que hay en su interior y que la persona sedienta debe extraer y beber para saciar su sed.

El cuento dice así:

Era un viejo barquero que vivía junto al río Yamuna. Su trabajo consistía en ayudar a cruzar el río a los viajeros y peregrinos que se trasladaban de una a otra orilla del río. En sus muchos años de oficio conoció a mucha gente, y de todos siempre aprendía algo.

Un día estaba llevando en su barca a un joven erudito que presumía de ser una persona muy ilustrada. El joven ilustrado, un tanto engreído, le hablaba sobre algunos de sus muchos conocimientos multidisciplinares mientras el paciente anciano remaba, al tiempo que escuchaba atentamente, con actitud de aprender, como siempre tenía por costumbre hacer.

Pasado un rato y tras un breve silencio, el joven dijo al barquero:

-Supongo que usted no ha ido a la universidad y por lo tanto nada sabe de lo que le estoy hablando.

Así es, señor. Soy barquero desde niño. Mi padre lo era al igual que mi abuelo. Así que lo único que conozco es la naturaleza del río –contestó el anciano

¡Qué pena! Sin el conocimiento que proporciona la universidad ha desperdiciado usted un tercio de su vida –aseveró el joven

–contestó el ancianoAunque no haya estudiado supongo que, al menos, habrá viajado para conocer otros lugares y culturas –añadió el joven universitario

No. Tampoco. –contestó el anciano Nunca he ido más allá del río y sus aledaños y, aún así, cada día descubro aquí algo nuevo.

-Viajar es una de las fuentes más importantes de conocimiento. ¡Qué lástima! No habiendo salido nunca de aquí ha perdido usted dos tercios de su vida –sentenció el erudito-

 El humilde barquero, con gran  serenidad, escuchaba y callaba mientras continuaba remando. Hasta que, estando en mitad del río, de pronto,  la barca comenzó a zozobrar. Estaban a punto de naufragar cuando el anciano barquero preguntó al joven:

–Señor, ¿sabéis nadar*?

–¡No! No sé nadar, pues he dedicado toda mi vida a adquirir otro tipo de conocimientos** -respondió el joven preso del pánico.–Lo siento mucho señor -concluyó el anciano-. Pues ahora va usted a perder toda su vida*** al no haber adquirido el único conocimiento útil para preservarla.

  • * nadar simboliza: conocimiento útil para alcanzar y preservar la felicidad.
  • ** otro tipo de conocimientos simboliza: todo lo que es irrelevante para alcanzar y preservar la felicidad.
  • ***vida simboliza: felicidad.

Cuando a través de los ojos del maestro interior miro el desarrollo humano, y también el mío propio, constato que consciente o inconscientemente, acertada o equivocada mente, todo lo que el ser humano hace a lo largo de toda su vida tiene como fin último: vivir en estado de felicidad suprema y permanente.

Pero, la verdad es que, mostramos ignorarlo. Pues en vez de buscar la sabiduría necesaria para conseguirlo, confundidos por la ignorancia, empleamos todo el tiempo y esfuerzo en adquirir otro tipo de conocimientos para alcanzar otros fines, con la creencia de que estos, una vez alcanzados, nos proporcionarán la felicidad deseada. Así, los seres humanos estamos en una carrera frenética por conocer y dominar todo. Desde el fuego hasta la invención del microchip. ¡Todo! Excepto conocer y controlar lo necesario para vivir felices en un mundo igualmente feliz; que, en el fondo de nuestro corazón, es lo único que realmente necesitamos y deseamos. Es lo que le ocurrió al erudito del cuento que, conociéndolo todo excepto lo primordial, perdió lo más valioso: su vida.

Para construir el estado de Felicidad se necesita conocimiento específico para ello. Conocimiento que debe ponerse como piedra angular sobre la cual edificamos dicho estado. Esta base es: “con-cimiento”.

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Comentarios 6

  • Cierto el cuento, cuántas veces nos perdemos dando vueltas a cosas , vida y nos olvidamos de nuestro interior donde realmente es donde está La Paz interior la felicidad
    Un cuento muy bonito ?

  • Es cierto que lo superfluo normalmente es lo que más nos atrae, no obstante el ser humano creo yo que siempre estamos buscando cosas a veces acertadas y otras no, en este confinamiento se ha dicho que todos cambiaríamos, yo no lo tengo tan claro no hay más que ves las fotos de las terrazas nada más abrirlas , confío sigamos reflexionando y encontremos lo bueno para todos no lo fácil, un abrazo

  • Yo, como el barquero, estoy rodeada de eruditos que afortunadamente no son pedantes. Pero no me siento inferior porque aunque yo no tenga los conocimientos que ellos tienen tengo otros que también son importantes porque pienso que somos una cadena y todos los eslabones son necesarios. Pero a pesar de todo creo. que me queda mucho por aprender y lo más importante me queda aprender a ser feliz. Espero ir consiguiéndolo poco a poco. Estas reflexiones me lo están facilitando gracias por vuestros sabios consejos.

    • Sí. Estos días de confinamiento la mayoría parecíamos expertos en salud y pandemias al tiempo que mostrábamos nuestra inconsciencia e irresponsabilidad con uno mismo y con los demás.

  • Pues tanto Yashin como el erudito, ambos me habitan, en los dos me veo reflejada. Los he alimentado a lo largo de mi vida y el hecho de haber reparado en ellos no hace que desparezcan.

    No se por qué ha sido así, no lo se del todo ni en qué medida han sido factores socioculturales, creencias familiares, genética, educación infantil condicionada y mi propia personalidad… ni me importa mas allá de lo que me pueda aportar su conocimiento para entenderlo y cambiarlo.

    Todos los días aprendo a descender la culpa y la vergüenza y así, desnuda de emociones malentendidas, la mirada me enseña de nuevo el mundo.

    Pero efectivamente, una vida adorando el becerrro de oro de los estudios, el conocimiento (que he tratado, además, de inculcar a mis hijos…. horror!) de saberes institucionalizados o no, el estatus intelectual (ahí es nada!), el atesoramiento de seguridades económicas, etc. condiciona tanto, tanto que hay que estar muy vigilante para descubrirse con un subidón de adrenalina cuando te comunican una buena nota en los exámenes o un sentimiento vergonzante cuando tu hijo no responde a tus expectativas y darse cuenta de a qué responde.

    El que tuvo, retuvo. No se corrige toda una vida de hábitos por descubrir el error de tus creencias. Quiero pensar que el parangón con la relajación es posible: ahora puedo hacer un aprendizaje consciente, como es consciente mi relajación y, como dice Violeta, la relajación voluntaria de aquellos órganos que nos lo permiten, conlleva una relajación involuntaria de aquellos que no están tan a nuestro alcance, que son mas internos. Ojalá este aprendizaje consciente haga un cambio inconsciente en mis circunvoluciones, en mi comportamiento, en mis emociones. Creo que alguna noticia de esto voy viendo.

    De cualquier manera, tengo a favor que, como el barquero, no tengo que viajar para descubrir todos los días cosas nuevas para mi y, como decía el sabio, conocerse uno mismo es conocer el mundo. Además, les tengo cariño a Yashin y al erudito; están ahí y me acompañan. Cuando los miro con cariño y trato de entenderlos, sin juzgarlos, me enseñan todo lo que han aprendido estos años para poder desmontarlo.

    Cuesta aprender a nadar y, además, hay que practicar siempre si uno no quiere ahogarse.
    Pero claro, la recompensa es la vida misma. (Hay qué ver cómo seguimos hablando en términos de económicos o valorativos….ay, Yashin, amigo, qué dentro estás!)

    Feliz fase 1!!!

  • El cuento lleva mucha razón. Cuánta gente hay pedante y creen saber de todo en la vida y en el fondo son personas que no encuentran la felicidad. Estos días de confinamiento me han dado mucho para pensar y ver que las cosas más insignificantes te hacen feliz.

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